La historia de Nuestra Señora Aparecida comienza en 1717, cuando Sr. Pedro de Almeida y Portugal, gobernador de la Provincia de San Pablo y Minas Gerais, paro en el pueblo de Guaratinguetá, durante su viaje hacia Vila Rica, Ouro de hoy Preto en Minas Gerais. Para esta ocasión, tres pescadores, Domingos García, Filipe Pedroso y Joã o Alves, trajeron el pescado para el banquete y ellos fueron a pescar en el río Paraíba, en un área a Porto llamado Itaguaçu. Joã o Alves encontro en su red una estatua del Virgen, pero sin la cabeza. Él lanzo su red otra vez encontrando el jefe de la estatua. Más tarde, los tres pescadores llenaron de pescados sus redes. Durante 15 años la estatua permaneció en la casa de Filipe Pedroso, donde los vecinos fueron a rezar el rosario. La devoción inició a difundirse: algunos fieles, que rogaron delante de la estatua, afirmaron de haber recibido gracias. El culto se difundió en todo Brasil.